Microrelato

El siguiente micro relato ha sido creado por Guillermo Jiménez.

Además la foto que acompaña al relato también es suya.

Fecha de publicación 4/6/2015

Agua y arena

Foto de ©Guillermo Jiménez
Foto de Guillermo Jiménez para wyfmagazine.

Ven, mira una piedra blanca que he encontrado y no tiene ni una sola impureza- le dijo la bicho a la loba. Escóndela – replicó la loba- no vaya a ser que la vean y se den cuenta de nuestra suciedad. Así ambas se adentraron en la arena y procedieron a ocultarla bajo la tierra. Echa mas tierra- dijo la loba -que no se vea ni un poco su brillo.

-No te preocupes aquí nadie podrá encontrarla -contesto la bicho. Pasó el tiempo y los sedimentos de arena procedieron a cambiar de sitio por el viento y el paso de las mareas, así qué la bicho le dijo a la loba -yo ya no se donde ocultamos la piedra- entonces dijo la loba con gran astucia -vigilemos que nadie pueda encontrarla no sea que por error puedan hallarla. Llegó la noche y dos hombres, un explorador y un viajero se perdieron y no sabían donde estaban. ¿Tu que buscas cerca del mar?- dijo el viajero -algo de valor para vender -contestó sincero el explorador -¿Y tú? -preguntó con seriedad -algo puro en lo que no haya mancha. Corría ya la media noche y la Luna llena se posaba en lo más alto del cielo, su luz blanca e intensa brillaba sobre la quietud de unas olas que bañaban la arena de forma cálida y suave. Aconteció que el joven viajero procedió a levantarse, no podía dormir, miró al frente y decidió pasear por la orilla. La profunda calma y el silencio solo se rompía con el suave ruido del rompeolas. Cerró los ojos, respiro hondo y los abrió muy despacio. La noche mostraba demasiada calma y tras mirar, una luz, un brillo resplandeciente.

-Parece que la luz de la Luna pretende mostrarme algo – dijo para si el joven viajero. Acercándose sigilosamente no creyó lo que había encontrado. Sorprendido alzo un grito sordo que no rompió el majestuoso silencio de la noche. Allí estaba, la marea la había desenterrado, una piedra blanca cuyo brillo era indescriptible, con una pureza que nunca se había visto. ¿Quién ha sido capaz de ocultar esta belleza? -se preguntó asombrado -he de cogerla y llevármela no sea que otros quieran destruirla. Llego la mañana y el explorador le preguntó al viajero -¿Dónde estuviste y que hallaste? -A lo que el viajero contesto -en la playa tras la luz de la Luna y hallé una piedra cuyo brillo ninguna otra podía superar y con una pureza que no había visto antes.

-véndela- le dijo el explorador con envidia- así sacaras algo por ella.

-Jamás- contestó el viajero- esta piedra es mía y si puedo no me separare de ella nunca. Al marcar el Sol la hora del mediodía la bicho halló el agujero y la piedra no estaba allí, por ello, montó en cólera y llamó a sus amigos los insectos, quienes le dijeron -¿No es el viajero quien la tiene? Pues brilla mucho y el presume de tenerla.

-Es mía -dijo la bicho quien fue a por ella -devuélveme lo que es mío ladrón -dijo con furia al viajero-

-¿Si tuya era por que la enterraste?- contestó el viajero

-Que mas da, tu devuélvemela no sea que otros vean lo que vale- ante esto el viajero dijo -demuéstrame que es tuya ¿Por qué tengo yo que devolverte aquello en lo que se deleitan mis ojos?

-la loba sabe que es mía ella me dijo que la enterrara- ante esto la loba calló y no dijo nada -¿Así me traicionas loba? -le preguntó la bicho, con eso el viajero se quedo con la piedra pues era suya. Con el tiempo la piedra siguió siendo pulida y su brillo cada vez era mayor -Me recuerda a un diamante, estaba escondido y yo la encontré. Además la suciedad de la loba se hizo patente y esta hacia crecer su envidia hacia el brillo y pureza de la piedra, pues cuando la miraba ella, la loba, se daba cuenta de que ella misma no poseía valor y por tanto no servia para nada, así que con fiereza ataco el brazo del viajero y trato de destruir la piedra, y quiso apartar de ella su brillo y su pureza. Dentro de si se decía -¿Por qué no puedo brillar como lo hace la piedra y tener lo que esta tiene? -La respuesta era sencilla, en vez de estar limpia y bañarse en la luz, la loba había escogido la oscuridad y revolcarse en la suciedad para llegar a ser inmunda, y quería brillar y aún así seguir bañándose en la suciedad. El viajero consiguió salvar aquella piedra y dijo – Ahora sí, está piedra, mi diamante, es ya mío, y ensalzaré su luz y su belleza para que todos la vean y sean testigos de ella y disfrutare de su pureza hasta el final de los días.
©Guillermo Jiménez

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